Volver a Argentina
Volver a Argentina

Volver a Argentina

Llevo diez días en Lima. El cielo estuvo siempre del mismo color. Ni blanco, ni gris, simplemente un apatía en el medio. Me despertaba tarde y estaba así, blancuzco, salía a la tarde lo mismo, amanecía lo mismo. Fue como ranchar en una sala de espera de un aeropuerto por varios días. La espera final. Ya porqué de espera llevo año y medio. 535 días exactamente. Una eternidad. Para mi esto fue como un exilio. La ironía del destino de haber encontrado mi lugar en el mundo y que de pronto un pandemia, cierran todo, me voy y no me dejan volver. Porqué no soy nadie, ni ciudadano, ni residente, ni pariente, ni nada, un extranjero de mierda al cual se le cierran las fronteras por una emergencia sanitaria. Pero año y medio me vas a dejar afuera Alberto? No te parece demasiado hijo de mil putas?

La azafata me pide carta de embarque y pasaporte. “Listo señor, usted va a Santiago y después a Buenos Aires correcto?” “Así es. Pa’ Argentina!” “Necesito su prueba de PCR” “Acá la tiene” “Listo ahora seguro de asistencia médica contra el covid-19” “Acá el seguro”. La mina se toma mucho tiempo para revisar. Demasiado. Me pone nervioso. “Lo siento señor pero aquí en ningún lado menciona el Covid-19” “Es que dice ‘todos tipos de enfermedades’” “no señor tiene que decir Covid-19 también” “pero ‘todos tipos de enfermedades’ incluye todos tipos de enfermedades” “No señor si no lo menciona no sirve” “mire acá en el correo explicitaron que ampliaron su cobertura también para la pandemia del coronavirus”. La hija de puta revisa el correo en mi celular, nada que me deja pasar. QUIERO VOLVER A BUENOS AIRES LA PUTA MADRE. “Señor no sé si puedo dejarla pasar con este seguro, de todos modos tiene pasaje de salida de Argentina?” “QUE?” “Pasaje de salida de Argentina” “Jamás me pidieron pasaje de salida en Migraciones Argentina” “lo siento pero no puede embarcar sin pasaje de salida del país”. Esto es un deja vu horrible. Lo mismo me pasó en Madrid escapándome a Medellín. Me agarró otra vez completamente desprevenido. No lo puedo creer. “Mire voy a comprar un pasaje da salida al llegar allá si necesario, pero jamás me lo pidieron…” “lo siento pero no podrá embarcar” “mirá, es un año y medio que espero volver a Argentina, si no voy a embarcar yo no va a embarcar nadie a este avión”. Calma. Tengo que controlarme. Solo falta que al final, justo el día que abren las fronteras, me hago detener por la policía aeroportuaria de Lima. Agarro el celular, compro un ferry random para Colonia y se lo muestro. “Si, Colonia es en Uruguay. Puedo pasar ahora?”.

Ni bien llego al gate, me entero que hay problemas. Se habla de horas de demora. Horas de demoras pueden afectarnos las 48hs máxima de la prueba PCR. Hay nerviosismo pero de una todo se me hace totalmente familiar. “La concha de tu madre, déjense de joder” dice un flaco. Estoy rodeado de argentinos. Rodeado de gente puteando la concha de su madre. “Acá si no me llevan a casa se arma lio te digo” dice otro. Música para mis orejas. De repente me calmo. Me tranquilizo. Suelto toda la ansiedad. Ya estoy en Argentina. Ya estoy de nuevo con mi gente. A esta altura ya no hay muchas opciones. O nos llevan a casa o nos llevan a casa.

Al aterrizar el cielo suelta unas gotas. O quizás son lágrimas. Lo soñé tanto este momento que es difícil no emocionarse. Estoy en Buenos Aires carajo. Por fin estoy en casa.

Unos meses después.

Durante todo mi exilio, nunca me pregunté como habría encontrado Argentina después de esta pandemia, de semejante cuarentena, de tanto cierre de fronteras, de tantos muertos. Y la verdad que hice mal. Porque me ilusioné de encontrar el mismo país que había dejado. Argentina sigue siendo Argentina pero tampoco es la misma de antes. Está golpeada. Recién intenta levantarse. La encuentro más nerviosa, estresada e histérica que nunca. La sociabilidad ha cambiado, los horarios también, incluso algunas costumbres, ni hablar de la vida nocturna. Hay séquelas por todos lados. Esto es evidente pero hay algo más. Algo que recién consigo concientizar. Argentina ya no me vuelve loco como antes. En parte porqué no es el mismo país que dejé, en parte porqué yo tampoco soy el mismo yo de hace dos años. Todo ese tiempo que pasé lejos de acá no fue un exilio como lo de Napoleón en la isla de Elba. Durante este exilio yo viví en Colombia, en México y en Perú. Conocí sus culturas. Ahora sí puedo decir que conozco Latinoamérica. Antes solo conocía un país poblado por italianos que hablan español como decía el gran Borges. Argentina sigue siendo el amor de mi vida, pero ya no estoy ciegamente enamorado de ella. Racionalmente les veo defectos o otras cosita que personalmente a mi ya no me gustan. Como es justo que sea. A veces es más fría y cínica de lo que quería, a veces es tan polémica y dramática que me hace acordar a Italia, a veces es más complicada y lunática de lo que estoy dispuesto a bancarme, a veces es tan exagerada y pesada que me hace extrañar Colombia…