Shanghai. Después de casi un mes, llegó el momento de abandonar el continente. Fue un viaje total. Intenso, asombroso, rocambolesco, complicado, a veces también imposible. Sobre todo aquí en China. No sé qué habríamos hecho sin el Chiso. Nuestro buda. El Chiso es de origen chino pero, ya desde el acento, se intuye que nació y creció en Roma. Este año decidió pasar unos meses aquí y nosotros aprovechamos para visitarlo. Chiso lo conocemos desde hace rato, pero al principio nos pareció casi irreconocible. “Desde que llegué no me fumé ni un porrito. Últimamente acá se puso brava la cosa, si te paran es un quilombo” fue una de las primeras cosas que nos dijo. De repente nos dimos cuenta que, hasta entonces, lo habíamos visto siempre y únicamente volado. No porque lo veíamos raramente, sino porque vivía así. Bajo el efecto de la marihuana 24/7. Y ahora que no se droga hace meses, la puta madre, parece otro. El tranquilo buda que conocíamos, no sólo se levantó, sino que anda a mil.
¿Y China? China es un país muy particular. No sabría por dónde empezar. Ni siquiera sé si vale la pena empezar. Porque no bastaría un libro para hacerles la idea, ni yo soy un historiador, ni tengo ganas de aburrirlos con cuestiones geopolíticas intrínsecas. Así que no voy a hablar de China. Bueno, sí. Pero dejaré que lo hagan unas personalidades al azar, entre las que viven boludeando en mi cabeza. Y yo me lavo las manos.
Objetivamente hablando flaco, China es una hija de puta. Paraaá che, tampoco tanto. Flaco, no hablo de los chinos. Hablo de China como país, como ideología. China tiene doble cara. ¿Vos decís che? Sí, piénsalo bien, China se ha convertido en una de las mayores potencias económicas del mundo aprovechando el libre mercado internacional y todas las dinámicas capitalistas que le servían. Dentro de sus fronteras pero China aplica rígidamente comunismo y proteccionismo. Desde hace décadas, las empresas chinas hacen negocios libremente con todo el mundo, sin restricciones de ningún tipo, a pesar de la competencia desleal que muchas veces representan, en términos de explotación de los trabajadores y contaminación, entre muchas. Sin embargo, China no trata de la misma forma a las empresas extranjeras que ahora quieren hacer negocios aquí, ya que esto también se ha convertido en un mercado atractivo. Y las restricciones afectan tanto a las empresas más pequeñas como a las más grandes. Piensa en lo que nos dijo el pizzero napolitano otro día. A pesar de que su pizzería fue elegida como la mejor de Shanghai, para permanecer abierta debe tener siempre X chinos contratados. No importa que no sepan italiano y sean totalmente innecesarios con respecto a las pocas mesas de que dispone la pizzería.
En China, cuanto más grande sos, cuanto más dinero sacas del país, más problemas tenés. No es casualidad que aquí sean ilegales Google, Youtube, Facebook, Instagram y Whatsapp. Está bien che, son unos hijos de puta, pero también nosotros somos giles que caímos así, ¿no? Sí, flaco. Boludos, ¿pero nosotros quiénes? Nosotros los occidentales che. Boludos, yo ya me siento latinoamericano. Bueno, ese es otro cuento flaco. De todas maneras boludos, a nivel cultural, pero también filosófico, los chinos son lo más lejanos de nosotros, los hEDOnistas. Mientras nosotros vivimos para el placer, ellos piensan sólo en trabajar. Parecen máquinas. No tienen un pensamiento crítico. Simplemente obedecen al partido. Nosotros estamos disfrutando de un año sabático viajando por el mundo, ellos olvidate. Aquí no existe el arte del ocio. Y si existiera sería severamente prohibido. Disfrutar de la vida ni hablar. Aquí se labura punto. Nosotros y ellos somos como Boca y River. ¿Todos de acuerdo? Sí flaco. Totalmente che. Listo boludos, China es un país enemigo.
“Ciao Chiso, muchas gracias por todo”. Nos despedimos y subimos al subte en dirección al aeropuerto. Después de menos de media hora el tren sale a la superficie y los paisajes comienzan a fluir tan rápido como los flashes de esta aventura china.
Flash 1. Recién llegados, Google Maps perdió su brújula, Chrome estaba trabado, ningún nuevo mensaje en los chat, ningún nuevo correo en Gmail, y nuestras redes sociales paradas en las últimas fotos de Tailandia. Fue entonces cuando nos dimos cuenta por primera vez de que esta es una dictadura. Intentamos sacar plata de los cajeros, pero tampoco funcionaban las tarjetas de crédito Mastercard o Visa. Un desastre. Nos quedamos sin efectivo y tuvimos que enviar el dinero a Western Unión. Cuando fuimos al banco a recogerlos, ningún maldito empleado hablaba inglés. Como buenos italianos, tratábamos de que nos entendieran, pero los ojos rasgados nos miraban perplejos. Al final, firmé una docena de hojas en chino, que podrían ser cualquier cosa: un préstamo con intereses de usurero o una declaración de culpabilidad por lavado de dinero. Lo importante fue que salimos del banco con los malditos yuan.
Flash 2. El parque nacional de Zhangjiajie. Alucinante. El camino re empinado y lleno de curvas para llegar. Los 999 escalones hasta la puerta del paraíso. Las escaleras mecánicas infinitas hasta las cumbres. Las pasarelas de vidrio suspendidas en el vacío a kilómetros de altura. Los gritos histéricos y locos de los visitantes que nos rodeaban cuando saltamos sobre ellos a propósito. Y luego las montañas flotantes de Avatar, que parecían suspendidas en el vacío. Un fuckin’ flash.

Flash 3. Yù, la china que conocí una noche en un bar brasileño en Shanghai. Estaba tan borracho que su inglés me parecía incomprensible, incluso se lo dije, excepto descubrir el dia después que ella es traductora e intérprete profesional. De todos modos, media hora después de conocernos, estábamos en mi hotel. A la mañana siguiente, cuando nos despertamos, Mario estaba durmiendo en la cama a nuestro lado pero ella subió arriba igual. Desde entonces, Yù no paró ni por cinco minutos de cogerme. Quería siempre más. Y gritaba de principio a fin. Compulsivamente. Como un pato. Era bizarro, a veces exagerado, pero también satisfactorio. En China somos todos estrellas porno.
Flash 4. La Gran Muralla parece tender al infinito. No se ve el final ni a la derecha ni a la izquierda. Me enamoró. Mal. Me parece la quinta esencia de la grandeza y de la paranoia al mismo tiempo. ¿No es una locura que hayan construido 22.000 km de muro por miedo a que los mongoles los invadieran?
P.D. Mario meó encima de la muralla y creo que se arriesgó a la pena de muerte.