Buenos Aires está loca
Buenos Aires está loca

Buenos Aires está loca

1. Cuándo te mudas a un lugar nuevo la primera semana es siempre la más dura. No conoces a nadie. Además de ajena, la ciudad te parece indiferente e impenetrable. Tenés que moverte con cuidado. Te sentís solo. Casi asustado. Es normal. Acá en Buenos Aires ha sido exactamente lo contrario. Me sentí cómodo desde que llegué. La primera semana, justo una vez, me acosté solo. Cada día conozco gente nueva y todxs son super amables conmigo. Este lugar tiene una energía distinta. Buenos Aires es quizás la metrópolis más inclusiva y acogedora del mundo.

2. Para mí, que soy italiano, Buenos Aires es una fuente inagotable de deja vu. Los rostros que me cruzo por la calle ya los vi en algun lado, los apellidos ya los escuché, las costumbres me resultan familiares, unas miradas ya las conozco de memoria, para no hablar de los gestos. Amo charlar con los taxistas de origen italiano y perderme en sus historias de otra época. “Te cuento esto. Estábamos en la Boca con mi abuelo. El solía llevarme siempre de compras cuando era niño. Conocía a casi todos en el barrio, aunque no hablaba bien el idioma. Entramos en una panadería y él empezó a pedir cosas, pero hablando completamente en italiano. Yo no entendía por qué, así que cuando salimos, le pregunté: <<Abuelo, ¿por qué hablas italiano si la gente aquí habla español?>> <<Es simple, querido, porque soy yo el que tiene el dinero>>”.

Otra carrera, otra historia. “Imagínate, anos ’30, para cruzar el charco te llevaba semanas. Igual mi abuelo, cada tanto, iba unos meses a Italia y después volvía. Ese año pero no volvió, ni se supo más nada de él. Bueno, a los dos años, la familia se rindió y le hizo el velorio. Pocos meses después el abuelo reapareció y retomó su vida como si nada. Tampoco dio explicaciones. Entonces en el barrio empezaron a cantarle <<Decían que estaba muerto pero estaba de parranda>>.

Italia y la mafia. “Mi bisabuelo era de Calabria. Era sastre. No tenía nada a que ver con la mafia pero entre sus clientes había una familia mafiosa muy poderosa. Un día hizo un traje a un señor, un tipo aparentemente solamente cheto. La misma tarde en el bar se enteró que ese era el amo de la familia rival. Lo pensó todo la noche, pero a la mañana siguiente no tuvo dudas. Agarró el primer barco y se vino para acá con toda la familia.

3. Esta es una de esas noches de sexo en las que se quiebran los récords. Un anónimo martes por la noche que acaba de convertirse en el Día Mundial de la Lujuria. Ella es una princesa judía de buena familia. Como buena ciudadana del barrio decidió darme la bienvenida llevándome al mejor bar de la zona. No hubo manera de compartir la cuenta, ella quiso pagar la botella de tinto que tomamos. En casa seguimos escabiando, hasta que empezamos a garchar con un dj set de Hernán Cattaneo de fondo.

Vamos por la quinta o sexta, ya no lo sé. Ya no sé nada. Ni siquiera sé cómo quitarme el condón sin frotar mi pene ardiente. Me lo quito lentamente y lo anudo antes de tirarlo a la papelera. “¡No, pará!” giro la cabeza hacia ella sin entender “sería un desperdicio” me explica mientras me lo quita de las manos. Lo voltea y se lo deja caer lentamente entre los labios. Yo también me quedo con la boca abierta. Esta no es para nada una princesa, esta es una diosa del sexo. Luego de esta escena, seguimos culiando hasta el amanecer. A las seis y tres cuartos, ella se tiene que ir. Quiere tomarse una ducha antes de ir a trabajar. Me dice que ha sido una de las noches más locas de su vida. Jamás volverá a aparecer.

4. “¿Quieres ir a tomar algo?” “No quiero. No tengo dinero y no quiero que me lo pagues vos. Pero si quieres podemos ir al parque”. El feminismo en Buenos Aires está muy adelante.

5. Nada, ningún efecto. Vuelvo al baño y tomo dos micropuntos más. Me resulta extraño drogarme durante el día en el baño de un museo. Pero estoy en Buenos Aires, en esta nueva realidad vale todo. Aquí todo fluye perfectamente. El MOMA es un espectáculo y Viti es la mejor compañera para una excursión de este tipo. La idea del LSD fue suya, ahora vamos a ver que onda esta nueva sustancia. En menos de un cuarto de hora me pega todo junto. Mis ojos se abren. Empiezo a nadar entre los colores más vivos que nunca de Londaibere y Sergio De Loof. Me regodeo en el arte y en la droga. En la droga y en el arte. Ambas se funden perfectamente en un simposio inefable. Por fin entiendo la esencia de todo.

6. “¡Tano, vos sos un hijo de puta!” Comenta Martin cuando me ve llegar en traje de baño y sandalias a la maestría. El acaba de salir de la oficina. En realidad, ahora que lo pienso, todxs aquí acaban de salir de la oficina, profesores incluidos. En este exacto momento me doy cuenta de que mi vida ahora es la gloria misma y que tengo que hacer cualquier cosa para que todo esto dure lo más posible, no solo el semestre de la beca.