Volver a Colombia pt. 1
Volver a Colombia pt. 1

Volver a Colombia pt. 1

En mayo 2021 me fui de Medellín agotado, aburrido, sin vueltas, sin arrepentimientos. En 6 meses, casi nunca pensé en quedarme a vivir. Medellín para mí fue como un parque de diversiones. Nada más. Demasiadas cosas me hicieron falta para pensar diversamente. Una cultura progresista y feminista sobre todas las cosas, pero también la confianza en el prójimo, la vida nocturna porteña de lunes a lunes, la comida de mi país, el asado argentino, las calles de Buenos Aires y muchas otras cosas aparentemente menos significativas como el bidé. Medellín fue mi vacación forzada, mi exilio de Buenos Aires. Nunca mi ciudad. Nunca mi casa. Además me fui de Colombia que me estaba separando, enroscado, desilusionado, desorientado, perdido, más solo que nunca.

Volver, un año y medio después, con buenas energías, con amor, con mucha ilusión, después de haberla extrañada tanto… Uy que chimba gonorrea! Parce definitivamente acabo de firmar mi acuerdo de paz con Colombia, ahora si la puedo amar y disfrutar como no hice mi primera vez aquí.

Colombia no es para todxs, pero es todo. Colombia no es para todas la temporadas, pero es para siempre. Colombia es complicada para vivir, pero en ningún lugar se goza más. Colombia es tan sabrosa que o la amas o la odias, nunca te deja indeferente. Colombia puede ser muy trabajadora de día y muy viciosa de noche. Colombia puede ser muy amorosa como un vallenato pegaditos y muy violenta como una bala entre los ojos. Colombia puede ser fria como un machete en la nuca y caliente como un sancocho de mondongo en la costa. Colombia es verde selva y roja ladrillo. Colombia es llano y montaña. Colombia es Caribe y Sierra nevada. Colombia es blanca y negra. Colombia es indigena y afro. Colombia te seduce en la noche y traiciona a la mañana. Está jodida pero te vuelve loco. Colombia no es un viaje normal, es un viaje de ida. Ahora entendí que a Colombia no hay que exigirle ser lo que no es. Colombia hay que vivirla y quererla por lo que es. En las buenas y en las malas. En la salsa y en la sangre.

BOGOTA

Jueves, 9:15pm, Chapinero. Estamos buscando algún lugar para comer pero ya cerraron casi todos. Me desespera los tempraneros que son los colombianos. Cuando por fin encontramos una hamburguesería, Juancito fuma un poquito de porro y me pasa la pipa. En el mismo instante, de reojo, percibo la llegada de una moto. Mientras agarro la pipa los enfoco. Ay gonorrea parce. Nos cayeron los tombos. Yo los miro, ellos me miran y ya. Los dos se bajan de prisa de la moto y vienen hacía nosotros. Escondo la pipa atrás en el pantalón, es más un reflejo automático que una movida intencional, ya sé que no servirá para nada. “Buenas noches señores, que están haciendo?”. Intentamos hacernos los maricas pero los policías nos requisan, de una nos pillan la uida y empiezan a montarla. Yo ni siquiera alcancé a fumar, entonces el asunto es más de Juancito, vamos a ver por donde la quiere llevar. “Aquí está prohibido fumar marihuana señores, muéstrenme sus cedulas por favor” “Pero yo no sabía, siempre veo gente fumando en todos lados. Además recién vuelvo al país” le contesta Juancito. Pero los tombos siguen hijueputas firmes “mire señor, este es el decreto, si quiere puede leerlo. La sanción es de un millón de pesos” “Ay no por favor boludo. Se lo juro no sabía, recién vuelvo de Argentina”. Al escuchar la palabra ‘boludo’ los policías se quedan perplejos, realmente más desorientados que ofendidos, mientras yo caigo en cuenta que Juancito está totalmente perdido, a punto de embarrarla más. Mejor que me meta parce. “Perdón señores, él es colombiano pero realmente acaba de volver de Argentina, estuvo viviendo diez años en Buenos Aires, por esto todavía dice ‘boludo’. Si quieren le puede mostrar también los tiquetes. El no sabía que acá es ilegal, no lo volverá a hacer”. Los policías con casco y tapabocas nos miran y como si estuviéramos apunto de bailar definen las parejas. Uno le empieza a hablar más cerca a Juancito y el otro me pregunta en tono acusatorio: “usted es italiano o argentino?” “Italiano señor, pasa que vivo en Buenos Aires hace varios años, de hecho nos conocimos allá” “Usted está drogado?” “No señor, no hice a tiempo. Si quiere míreme los ojos”. Mientras el policía me inspecciona las pupilas, escucho el otro inflexible con Juancito “la sanción es de un millón de pesos” “como un millón de pesos?! Por favor yo ni siquiera tengo esa plata”. Pero al tombo le vale culo y medio lo que le dice Juancito “si no tiene esa plata no podrá salir del país hasta que la pague”. Entonces lo intento de nuevo. “Señores pero entiendan la situación. Recién vuelve al país después de diez años. No pueden cerrar un ojo por esta vez?”. Este hijueputa que tengo en frente me mira como a decir ‘es que yo no soy ningún bobo parce’. Ya entendí. Pero Juancito no. Está más perdido que un rolo en las Amazonas. A punto de ahogarse en su ansiedad, mejor dicho al borde del abismo. “Porfavor boludo, es que yo no sabía te juro. No tengo un millón de pesos y tengo un viaje de trabajo a Venezuela la próxima semana. No me hagan eso por favor. Soy un ciudadano ejemplar, nunca me colo al Transmilenio! Se lo juro!”. Esto ya es demasiado ajajajaja. Me toca meterme en serio en esa vaina. “Bueno señores, como podemos arreglar esto?”. Ahora ambos los policías me miran. Le sostengo la mirada al tombo que tengo en frente. No es esto lo que querías gonorrea?! Pasan algunos segundos de silencio que casi me hacen dudar de mi movida, hasta que el hijueputa se voltea hacía Juancito y le dice “su amigo es mas colombiano que usted!”. Ayyyy gonorrrrrea parce. Intento no reirme desaforadamente. No lo logro. Juancito pero no parece haber entendido su ironía, ni mi movida, ni nada parce. Se lo ve siempre más preocupado. Como el tombo no me dice nada, le pregunto “bueno cuanto?” “La sanción es un millón de pesos, dígame usted” “100 mil” y el “150mil”. Ay mucho malparido este man, primero me pregunta y después me regatea el soborno. “No, 100mil y ya” “està bien”. Intento cruzar la mirada de Juancito que sigue rogándole al otro man, nada. “Parce ya està”, nada. No me ve, no me escucha. Irrecuperable a esta altura. Los policías ya no hablan, no me dan indicaciones, mejor dicho no hacen un culo. “Bueno vamos a comer una hamburguesa?” El man me mira como a decirme ‘tampoco así parce’. Y la verdad que ya es un tiempito que estamos metido en esta vaina. “Donde?” “Aquí no” “entonces?” “Usted prepara la plata y me espera ahí en la esquina”. Listo. Hágale. Me voy hacia la esquina de la cuadra plegando dos Garcia Márquez varias veces hasta volverlos un cuadradito. Mientras me alejo Juancito le sigue hablando al otro policía y lo veo que se queda sin palabras cuando ambos se montan a la moto sin ni siquiera saludarlo. Entonces viene hacia mí con la mirada de quien todavía no entendió nada. La moto me alcanza antes de él, la plata pasa en la mano del policía sentado atrás y los dos se van. Acabo de sobornar la policía de Bogotá. Vuelvo a mirar Juancito, que ahora sí entendió. Nos cagamos de risa por un buen rato y al fin nos vamos a comer unas hamburguesas.