Cancún
Cancún

Cancún

Mientras la buseta se dirige a Cancún, sigo pensando en la charla que tuve anoche con Gabriela. Ella, mexicana atípica, alta y flaca, me contó una historia que me hizo dar cuenta de lo difícil que es ser mujer en este país. Ni siquiera feministas, sino mujeres. Hace unas noches, en un disco bar de Playa del Carmen, ella está en la cola para el baño de mujeres, cuando un caballero llega con una chica muy joven, quizás menor de edad. Él las pasa a todas, llevándose la jovencita de lamano, y a la primera de la fila le dice “quítate! déjanos pasar!” Ella le contesta “güey no! Yo me estoy orinando, estoy formada, que se forme”. El flaco empieza a putearla y empujarla, entonces ella abre los brazos y se pone delante de la entrada bloqueándola. Las palabras se vuelven cada vez más pesadas, hasta que él le suelta un puñetazo en la cara. Todas las chicas en la cola van a socorrer a la pobrecita y le empiezan a gritar de todo al chabón. Gabriela levanta la voz más que las otras. “¡HIJO DE PUTA! ¿CÓMO SE TE OCURRE?! ESTÁS ENFERMO!”. El señor va para tirarle un puñetazo a ella también, pero alguien lo detiene por detrás y no llega a concretar su propósito. Entonces, el sorete se voltea hacia la primera chica, que justo se está levantando, la suelta contra el piso, la agarra por el pelo, la arrastra por unos metros, le arranca la blusa y la deja prácticamente desnuda, embarrada en el piso.

Todas quedan en shock. Nadie las ayuda hasta que llegan los camareros y la seguridad. A los cuales el señor dice “SACAMELAS A LA VERGA!”. Para Gabriela, el señor no es ni el dueño, ni un amigo de ellxs, tal vez un narco o tal vez un pedazo de mierda cualquiera. Lo peor es que, los gorilas agarran a la chica y la sacan a la calle como un perro. Nadie de todxs lxs que están en el bar hace nada, excepto Gabriela y otra chica que van a ayudarla. En la indiferencia general, todxs siguen como si nada. Incluido el chabón que ni siquiera ha sido echado.

Sigo pensando: ¿qué habría pasado en Buenos Aires? Alto quilombo probablemente. Casi seguramente el señor habría sido arrestado de una, siempre si no lo hubieran cagado a trompadas antes. Pero acá no, la noche en el bar siguió como si nada. En contextos como éste, donde, antes que nada, falta el respeto por los seres humanos, ¿qué sentido tiene hablar de feminismo? Sería pura utopía. Por eso le recomendé que se fuera de México. Así, de una. Porque ella ya viajó mucho y sabe que el mundo no es todo así. No sé si hice bien, pero sentí que debía hacerlo. Sé lo difícil que es el momento en que te enteras de que estás harto de tu país, que ya no te lo bancás más o, aún peor, que te da vergüenza. Sé exactamente lo que se siente porque pasé por eso. Y emigrar no es una boludez, pero vale la pena si no estamos conformes con el lugardonde vivimos. La vida es demasiado corta para pasarla en el lugar equivocado.

La buseta ya casi llega al puerto. Cancún es como Miami. Exactamente como me la esperaba. Ni siquiera estuve en Miami, pero Hollywood hizo que algunas ciudades de los Estados Unidos ya las conocemos, aunque nunca estuvimos allá. En una hora tengo el barco para Islas Mujeres, mañana vuelo a Bogotá y en tres días vuelvo a Italia. Pero todavía no tengo los resultados del hisopado y esta vez sí, estoy un poco nervioso. Hasta ahora siempre me fue bien, a pesar de que en Colombia hice cualquier cosa. Éste es el último hisopado que podría cagarme todo. Ahora encima tengo mucho que perder: un vuelo internacional y uno intercontinental, más que mil euros en total, y me quedaría varado en México. Sería un desastre. Decidí que, si el hisopado es negativo, reservaré algo por acá en Cancún y mañana iré al aeropuerto según lo previsto. En cambio, si el resultado es positivo, volveré a Playa del Carmen, donde por lo menos conozco a alguien. Ahora todavía no tengo ninguna reserva, me muevo con la maleta. Más nómada que nunca.