La verga me pica en contacto con el traje de baño mientras camino. Era obvio después de tanto garchar a la mañana. Es increíble, pasé cinco meses en Medellín con las paisas, me voy a México y ¿con quién termino en la cama? Otra paisa. Pero, qué mamacita. Al otro día, cuando nos conocimos en la playa, ya nos estabamos comiendo con los ojos. Ella está aquí con su marido, pareja abierta, me dijo que uno de estos días vendría a mi departamento. Y esta mañana mantuvo su palabra. En mi habitación había una atmósfera rojiza, debido al color de las cortinas que filtraban la luz del sol. Parecía uno de esos moteles de las películas. Su cuerpo estaba lleno de tatuajes. A mí, generalmente me cae mal la gran mayoría de lo que se dibuja la gente, encima el exceso termina casi siempre siendo poco fino. En cambio, sus tatuajes eran hermosos y bien colocados. El que estaba entre las tetas me excitaba particularmente. Pasamos las tres horas culiando en todas las posiciones posibles. A la hora del almuerzo, se arregló el pelo y se fue. Amo las paisas. “Chicos debería estar aquí en la esquina” le digo a Osiris y Jahzeel. Me caen súper bien estos dos mexicanos. Son copados. Nos conocimos en Tulum mientras volvíamos a pie de la zona hotelera. Había un desmadre de gente y los tacheros hijos de puta pedían 40 dólares para recorrer como 5 km. A la mierda. Ellos acaban de mudarse a Playa del Carmen desde San Luis Potosí. Ahora que me vine por acá, nos juntamos de nuevo y los estoy llevando a comer pizza a Bella Italia.
Pido una Boscaiola (tomate, mozzarella, chorizo, champiñones y queso azul), que es raro para un tradicionalista como yo, ellos dos eligen una margarita y una cuatro quesos. Intercambiamos cuartos de pizza entre nosotros para probar las tres. Los dos quedan impresionados. De hecho es una de las mejores pizzas que me comí fuera de Italia. Y charlamos como tres amigos que se conocen desde hace tiempo, aunque nos encontramos por casualidad hace unos días. Entre las muchas historias que nos contamos, dos me impresionan particularmente de su parte. La primera se refiere a la guerra de los pasteles. Yo ni siquiera sabía que México había estado en guerra con Francia, mientras que en el siglo XIX las relaciones entre los dos países se complicaron hasta el punto de llegar a las armas. Todo comenzó con una serie de cartas de queja de comerciantes franceses en México, que fueron enviadas hasta París por el embajador de la época. Entre esas resaltaba la del señor Remontel, dueño de un restaurante, que denunciaba a algunos oficiales por no haber pagado la cuenta. Se cuenta que habían comido una gran cantidad de pasteles. Remontel pidió al gobierno mexicano el pago de 60 mil pesos, pero su reclamación fue ignorada y Francia decidió bien enviar diez barcos de guerra. Después de casi un año y más de cien muertos, el conflicto más absurdo de la historia se resolvió con la mediación de Inglaterra. En el tratado de paz, el gobierno mexicano tuvo que aceptar pagar la cuenta de los pasteles al señor Remontel. La otra historia, mucho menos divertida, se refiere a Ovidio Guzmán, “el Ratón”, hijo del Chapo del cartel de Sinaloa. Hace un año y medio, su padre ya ha sido extraditado a los Estados Unidos, y las fuerzas policiales están dando otro durísimo golpe al cartel más poderoso del mundo. Han rodeado la residencia de Ovidio y lo están arrestando. A él también le espera una celda en yankeelandia. En los videos de la captura se percibe toda la tensión del momento, pero sorprende que sean las fuerzas armadas las más preocupadas. Primero hacen arrodillarse al hijo del Chapo, luego le piden nerviosamente que llame a los suyos. “Ya dile a tu gente que paren todo”. Ovidio entonces se levanta y se pone al teléfono. Es una escena tan inédita como emblemática. No es un arresto cualquiera. Desde el momento en que el operativo rodeó la casa, el cartel de Sinaloa empezó a enviar a sus hombres para rescatarlo. Y ya se oyen los primeros tiroteos a pocas cuadras de ahí. El hijo del Chapo consigue comunicarse con su hermano: “Ya paren todo. Ya me entregué. Ya paren todo, por favor. Ya tranquilos, ya ni modo. Ya no quiero que haya desmadres”. Pero el hermano ignora la solicitud de Ovidio y de aquí en adelante es una locura. Algunos de los refuerzos que están llegando para crear el cordón de seguridad son bloqueados en el camino por los sicarios de Sinaloa, empiezan los tiroteos en varios puntos de la ciudad. Los soldados alrededor de la residencia pronto se encuentran en inferioridad numérica contra los del cartel. Por otro lado, los delincuentes intentan sobornar al comandante del operativo con tres millones de dólares. A pesar también de las amenazas de muerte a su familia, él se niega. Entonces, los narcos asaltan la base militar de la ciudad, irrumpen en la zona residencial en busca de militares o familiares para secuestrarlxs. La misma ofensiva contra las fuerzas del orden se está replicando en otros municipios limítrofes. En poco tiempo el cartel tiene más de una decena de rehenes. Poco después, más de 50 presos se escapan de una prisión y se unen al caos. Varios coches civiles son incendiados. El estado de Sinaloa ya es un campo de batalla, las instituciones están muy presionadas y el cartel aprovecha para dar el ultimátum. Si Ovidio Guzmán no es liberado inmediatamente, los narcos están listos para abrir fuego sobre la población civil, no sólo en Sinaloa sino también en otros tres estados. Después de tres horas y media desde el arresto, el estado de México decide rendirse. Libera el hijo del Chapo por razones de seguridad nacional y media hora después el cartel suelta a los soldados secuestrados. El día de terror en Sinaloa termina con 14 muertos y 19 heridos. Brutal.
Terminada la cena, damos una vuelta y al final de la quinta avenida nos despedimos. Nos abrazamos más de una vez y lamento pensar que quizás no los vuelva a ver. Lamento no poder conocerlos mejor, quizás podríamos haber sido muy buenos amigos. Es una sensación rara, un déjà vu, que se repite casi cada viaje. En cada etapa de este largo viaje conocí personas interesantes, compartimos lindos momentos, experiencias, puntos de vista, pero al final siempre tuve que despedirlxs, sabiendo que quizás nunca nos volveríamos a ver. Y quizás también de esto me cansé. Quizás llegó realmente el momento de parar. Pero Argentina sigue cerrada. Buenos Aires sigue siendo un espejismo.