En la lengua original de las poblaciones indígenas andinas, el quechua, ‘Qosqo’ significa ombligo del mundo. De hecho, entre los siglos XV y XVI, Cusco era el verdadero centro del continente. Capital de un imperio que se extendía a lo largo de los Andes desde Perú hasta partes de los actuales límites de Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile y Argentina. Debido a su historia y las numerosas ruinas para visitar, Cusco también se conoce como la “Roma de América”. Llevo viviendo aquí un mes y las similitudes con Italia y nuestra capital son mucho más de las que se podrían imaginar. Para bien y para mal.
Ambos países son famosos en el mundo por su cocina. Por un lado, el ceviche, la sopa de camarones o de quinua, la carne de alpaca o de cuy; por otro, la pasta, la pizza, el bife a la fiorentina, la pasteleria y mucho más. Mientras que en nuestro país es muy difícil determinar dónde se come mejor, en Perú no hay dudas. Cusco puede ser la capital del imperio, pero por los restaurantes, el primer lugar lo tiene sin duda Lima.
Otro aspecto que une a Perú e Italia, pero sobre todo a Cusco y Roma, es su historia gloriosa y el turismo que conlleva. Ambas ciudades fueron las capitales de los imperios más importantes de sus respectivos continentes. Ambas representan verdaderos sueños en el imaginario colectivo de viajeros de todo el mundo. Reciben millones de turistas cada año, y tanto los romanos como los cusqueños parecen ser culturalmente impermeables. Cerrados como las murallas de piedra que rodeaban sus ciudades. Ambos creen que aún están en el centro del mundo, inconscientemente convencidos de que pueden vivir de su herencia por la eternidad. Aparentemente, ignoran que la grandeza de su historia representa ahora una herencia pesada, de la que cada vez están menos a la altura en términos culturales. Ambas ciudades están, de hecho, alejadas desde hace décadas de los puntos de referencia de sus respectivos continentes en lo que respecta a los principales temas sociales y culturales de hoy en día.
En cuanto al género, el machismo aún predomina en ambas culturas. La gran mayoría de los romanos sigue viendo a las mujeres con lógicas arcaicas, ya inaceptables a nivel europeo. Son posesivos, a menudo prisioneros inconscientes de una moral católica, aunque ya no van más a la iglesia, y son bastante fieles a los patrones patriarcales con los que crecieron. Los cusqueños, desafortunadamente, son aún peores, especialmente en términos de lógicas patriarcales y roles dentro de una relación. Por otro lado, muchas italianas se proclaman feministas, pero no resisten la tentación de juzgar la sexualidad de otras mujeres y rara vez renuncian a los privilegios que disfrutan desde hace siglos. En Cusco, las mujeres ni siquiera fingen. Ni pagar la cuenta ni ser feministas. Tanto en Italia como en Perú, se habla demasiado de caballerismo y muy poco de machismo. En una hipotética tabla feminista de mis ciudades, tanto Roma como Cusco estarían en la zona de descenso. Mientras el respeto hacia la comunidad LGBT y la sensibilidad hacia todas las cuestiones relacionadas están creciendo en la sociedad romana, pero aún estamos muy atrás en comparación con ciudades como Berlín o Barcelona. Lo mismo ocurre en Cusco, que todavía está muy ligada a ciertas tradiciones y lógicas retrogradas. Sería implacable hacer una comparación con Buenos Aires, mejor no hacerlo.
El clasismo desafortunadamente es una plaga intercontinental que va de la mano con la ignorancia, y aquí las dos ciudades no se quedan atrás. A veces, en Roma se escuchan discursos que hacen referencia a profesiones como si fueran castas bien definidas en la pirámide social. Aquí en Cusco menos, pero temo que para un cusqueño de clase baja sea hasta más difícil conquistar a una hermosa mujer en comparación con un italiano de su misma condición. Los circulos sociales peruanos parecen bastante herméticos . Un italiano de Venecia, propietario de una enoteca que vive aquí desde hace muchos años, confirmó mis impresiones. A primera vista, los cusqueños parecen abiertos y sociables, pero es solo una apariencia; en realidad, me dijo, son bastante cerrados y es realmente difícil establecer lazos más profundos y duraderos a largo plazo. El provincianismo de los ciudadanos es, si se quiere, más comprensible en una ciudad de medio millón de habitantes como esta, mientras que resulta completamente inconcebible y ridiculo en una metrópolis como Roma, que es transitada todos los días por más de tres millones de personas.
Como muestra Sorrentino en su pelicula, la gran belleza que fue se ha vuelto terriblemente abrumadora en comparación con la mediocridad contemporánea. Ni Roma ni Cusco están a la altura de su historia. Pero si Cusco tiene la excusa de que toda la clase más culta de la civilización inca fue diezmada por los conquistadores, ¿qué excusa tiene Roma?
Afortunadamente, la gran belleza que Italia y Perú han heredado, tanto de las civilizaciones pasadas como de la madre naturaleza, todavía sigue aquí. Y sigue haciendo que sean dos de los países más hermosos del mundo. Ambos cuentan con paisajes impresionantes, únicos y diversos entre sí. Pero lo que distingue los paisajes peruanos es una mística fascinante. Gran parte de estos lugares lleva consigo una magia que difícilmente podría explicar con palabras, más bien les dejo mis mejores fotos.
Machu Picchu
Salineras de Maras
Vinikunka
Moray
Ollantaytambo
Palcoyo
Laguna Humantay
Puente Q’eswachaka
Momia Andahuaylillas
Lineas de Nazca
Huacachina
Playa Roja Paracas