Tulum
Tulum

Tulum

Anoche oí sirenas y salí corriendo a ver. Mi habitación tiene fácil acceso al techo del piso. Desde arriba sólo pude ver dos ambulancias dar vuelta la esquina a toda velocidad. Una ambulancia quizás no, pero dos es casi seguramente tiroteo. En Tulum debería sentirme como en casa porque está lleno de argentinxs, pero no. Éste es uno de los lugares más raros que vi en toda mi vida. Narcos, gringxs, argentinxs, mexicanxs, hippies y soldadxs no tienen nada que ver unxs con otrxs pero comparten el mismo pueblo. De hecho, el municipio consta de una carretera principal y unas veinte calles pequeñas que la cruzan. Las construcciones son todos bajas, dos o tres pisos máximo. Tulum es extremadamente contradictorio, desde el paraíso de la playa, en pocos minutos, te podés encontrar en el infierno de un tiroteo dentro de un bar lleno de gente. Lxs hippies, y también muchxs argentinxs, venden sándwiches y postres veganos a lxs yankees llenxs de dólares que, ni mientras comen pueden parar de tomarse selfies y hablar con su acento pelotudo tipo “LOOK AT ME! MY LIFE IS SO FUCKIN AMAZING”. Imbéciles sin iguales. Tulum está lleno de fuerzas policiales, pero te sientes aún más en peligro porque lxs oficiales acá en México actúan con impunidad. Cualquier excusa es buena para detenerte y robarte todo. Hace unas semanas asesinaron, sin motivo, a una mujer de la misma manera que el asesinato de George Floyd en Minneapolis. Y entonces la buena onda hippie choca con la de la paranoia. Pero, a pesar de esto, Tulum está lleno de gente, porque México es uno de los pocos países abiertos sin restricciones en plena pandemia. Por eso estamos todxs acá. Aunque la ciudad no es bonita, ni moderna, ni tampoco eficiente a nivel de transporte y los precios están por las nubes.

Llego en bicicleta a mi restaurante italiano de confianza. Lo siento pero estoy hartos de comer tacos de mierda. “Hola, Mauri, ¿cómo estás?” “Todo bien, ¿y tú?” me pregunta él en italiano. Mauri es un personaje. Trabajó 12 años como taxista en la Riviera Romagnola. Vio de todo y también hizo de todo. Incluso unas rayas con sus clientes mientras manejaba. Pues se cansó, vendió todo y se fue a la mierda. Abrió este restaurante con su esposa. Ex esposa, precisa él. La señora recién se fue con el cocinero argentino y las dos hijas. Él lo tomó bien. La otra noche hablamos por horas y me mostró un lado del letrero de madera, rayado con tanta intensidad y vehemencia; como si así se sacara de encima los recuerdos   juntxs. “Mirá, ahí estaba el nombre de esa hija de re mil putas”. Ah. Quedaron bien, parece. Para Mauri el covid no existe. Y de hecho, acá en Tulum, todo el mundo anda como si nada. Todo está abierto. Bares, restaurantes, boliches. Hasta las fiestas en la playa. “Mauri, ¿qué contás?” “Nada. Anoche mataron a otros cuatro” “me imaginaba porque escuché las sirenas” “y sí, hasta que alguien no baje la cabeza, hay tiroteos” “claro, ¿me hacés una piadina crudo y mozzarella porfa?” “Ya voy”. Me asombra la rapidez con que uno se acostumbra a la violencia en lugares como este. Hace rato el cartel de Sinaloa y lo de Jalisco Nueva Generación se pelean la plaza que incluye principalmente Cancún, Playa del Carmen y Tulum. De hecho, acá en la costa maya, se disparan casi todos los días, y ya no es más noticia. Mientras Mauri me trae la comida, pasan cuatro camionetas pertenecientes al ejército y la marina. “‘Estos pelotudos de día dan vuelta todo el tiempo, pues a la noche van a dormir y bim bum bam. No sirven para un carajo” comenta él riendo. Los vehículos se detienen a la altura del restaurante. Esta piadina es tremenda, me hace acordar a los veranos que pasábamos en la Riviera Romagnola. La estoy devorando, cuando levanto la cabeza, lxs militares y lxs de la marina están por toda la acera, a pocos metros de nosotros. Lo peor es que están todxs alerta, mirando dentro de las viviendas y de los bares como si estuvieran buscando a alguien. El último bocado casi se me atraganta. Pago rápido la cuenta, agarro la bici y me voy a la mierda. Quizás ha llegado el momento de irse de acá.