Mucho más que un partido de fútbol
Mucho más que un partido de fútbol

Mucho más que un partido de fútbol

Nos damos cuenta de que ingresó a la cancha porque poco a poco todo el estadio se levanta. Un escalofrio recorre la espalda de cada aficionadx. Me doy la vuelta y veo mil caras sobrepasadas por la emoción. Me recuerdan a las de los manifestantes en el famoso cuadro de Berni. Especialmente lxs mayores, no pueden ocultar la ola emocional que los está abrumando. Lxs miro a los ojos y en un instante todo está claro. Ese hombre ahí, que apenas camina por el césped, les ha regalado joyas tan grandes que nadie jamás podrá igualar. Solo ahora entiendo el ‘no importa qué hiciste con tu vida, sino lo que hiciste con las nuestras’. Viejos recuerdos, polvorientos como las fotografías de aquellos años, en un instante son más vivos que nunca. Todos esos sentimientos vuelven a la escena desbordantemente. El río de emoción desemboca en una conmoción colectiva imparable. La Bombonera vierte sus lágrimas a Dios. Sin saber que esta será la última vez que lo verà. Sin importar que este sea el último decisivo partido del campeonato. En este momento, en este pequeño pedazo de mundo, sólo existe Diego Armando Maradona.

Antes del pitido inicial Carlitos Tevez va a saludarlo. Diego lo besa en la boca, como un padrino que da su investidura. Parece el guión de una película. Y ahora que los equipos empezaron a jugar, volvemos a la realidad. Es el último día de campeonato, River tiene un punto de ventaja y está jugando en Tucuman. El destino está en sus manos. Pero nunca se sabe. Después de unos veinte minutos un grito loco y solitario rasga nuestra tribuna. “GOL” grita otro. Y luego un tercero más. El suyo es un grito de alegría incrédula como si estuvieran presenciando un milagro. De repente, todxs nos damos vuelta hacia las pantallas en los boxes. A pesar de lo lejano y minúsculo que es la imagen, los jugadores de Tucuman están celebrando. La Bombonera explota. Ahora sí empezamos a creerlo posible.

La alegría dura poco porque el River empata rápidamente. Pero ahora que se termina el primer tiempo, nos damos cuenta de que ya pasaron 45 minutos y no logramos hacer ni un gol a Gimnasia. Durante el segundo tiempo, el fantasma de otro drama deportivo empieza a cernirse sobre la cancha. Sería absurdo si River empatara y nosotros no pudiéramos aprovecharlo. Cuanto más tiempo pase, más frustrante será el resultado. La gente está tensa, tiene los nervios a flor de piel, los jugadores también. Faltan veinte minutos y los resultados siguen iguales. 1-1 en Tucuman y 0-0 en Buenos Aires.  En el minuto 72 Wanchope se desliza para entregar la pelota a Carlitos que la controla y pega un derechazo brutal desde fuera de la zona. Es un instante. La pelota dobla las manos del arquero y entra al arco. La Bombonera estalla. Nos sacamos de encima setenta minutos de angustia y tensión. Nos volvemos locxs. El mismo enloquece y se tira a la red que lo separa de los hinchas detrás del arco. Es adrenalina pura. Es locura colectiva. Es Carlito’s way.

Los últimos minutos son los más angustiosos. River podría marcar en cualquier momento. Ahora, paradójicamente, a nadie le importa lo que pase aquí. Todos estamos pendientes del resultado de Tucuman. Paso los últimos diez minutos del partido compartiendo auriculares de la radio con un viejo a mi lado. Cuanto más nos acercamos al final, menos podemos oír lo que dicen los radio cronistas. El cuarto hombre reporta cinco minutos de alargue. Poco importa. Nadie cree que Diego nos pueda cagar ahora. Todxs tenemos miedo de que el River meta un gol en el final. Y entonces se levanta fuerte el cantico “BOCA, BOCA DE MI VIDA”. En pocos segundos todo la cancha está cantando a rajatabla. “VOS SOS LA ALEGRIA DE MI CORAZÓN”. Cantamos para sobrevivir a la tensión del momento. Cantamos porque pase lo que pase, Boca es Boca y River es River. “SABES, TODO LO QUE SIENTO”. Instintivamente con el viejo nos quitamos los audífonos, la radio ya se volvió completamente inútil. El ruido del público es ensordecedor, hasta el punto de que pocos oyen el triple silbato. “TE LLEVO ACA’ DENTRO, DE MI CORAZÓN”. Tevez y compañeros, uno tras otro se detienen. Se quedan paralizados, allí en medio del césped, con la mirada buscan una señal. Toda la cancha espera lo mismo, un anuncio en la bocina, un resultado en el marcador, lo que sea. En vez es el banco de Boca que se tira dentro del campo de juego festejando. Los gestos no dejan ninguna duda. Terminó 1-1 en Tucuman. Somos campeones. Ahora sí, la Bombonera se abandona a la locura.