Las únicas palabras portuguesas que aprendí son “obrigado” y “otro pao”. Además de eso, nos vamos muy satisfechos de Río. Ayer alcanzamos también el último objetivo del viaje: jugar al fútbol en la playa de Copacabana. Esperamos hasta el final para encontrar un partido, pero nada. Las canchas de fútbol de playa las encontramos siempre desiertas. Quizás durante el carnaval no se juega. O quizás también acá, en la patria do futebol, ya no se juega tanto en la playa y en la calle como antes. En todo caso, ayer con Donk compramos un balón y le gané en una histórica serie de penales.
“Voy a pedir el Uber” dice él mientras bajamos con las valijas. “Uber” repite Alessandro mientras nos reímos. Donk tiene una obsesión con Uber. Con él no se puede tomar otro medio de transporte que no sea Uber. Quizás Donk trabaja para Uber y nunca nos lo dijo. Apenas llega el chofer nos vamos hacia el aeropuerto. Ni treinta segundos y empieza otra muletilla del viaje. Alessandro dice “internet”, yo repito “internet” y Donk se vuelve loco “ay, la puta madre, me tienen harto! Se los digo ahora, que se compren una sim móvil en Buenos Aires. Nunca más quiero escuchar <<internet>> “. Ale y yo nos cagamos de risa. Donk fue el único que compró una sim brasilera y por eso tiene datos. En los últimos días le pedimos “internet” como mínimo cincuenta veces.
Aterrizamos, quitamos el modo de avión y volvemos a decir, irónicamente, “internet”. Donk está re contento de que la sim brasilera no funcione en Argentina. “Tenemos que encontrar un bar ya” comenta él. “Dale, boludo, ¿en serio querés ver el partido acá?”, “Absolutamente sí” me contesta. “Roma” coincide Alessandro. Son las cuatro y media de la tarde en Argentina y está a punto de empezar Porto-Roma. Octavos de final de Champions League. Con 2 votos a favor y 1 en contra se decide permanecer en Ezeiza para ver el partido. Roma ganó 2-1 a la ida. Gol del Porto. Empate de De Rossi. Segundo del Porto. El árbitro silba el final. La puta madre, se va a los extras. No lo puedo creer. Otra horita acá. Minuto 113 interviene el puto VAR: penal para el Porto. Telles no falla. 3-1. Roma afuera.
Donk está visiblemente enojado por el resultado y se pone aún más nervioso cuando se da cuenta que, a la salida del aeropuerto, no funciona el wifi y no puede pedir un Uber. “Cogemos un taxi” “ni en pedo” “dale Donk son las siete, ya perdimos tres horas viendo ese partido de mierda” “no, vuelvo adentro y pido un Uber”. Abro los brazos polémicamente. Donk vuelve y le pregunta a Alessandro que le está diciendo el chofer en español. “Dice que no puede venir acá a la salida, tenemos que ir al estacionamiento”. “Espérenme aquí” contesta Donk encaminándose para allá. Después de diez minutos voy a buscarlo. Cuando por fin lo encuentro me dice “tenemos que volver adentro, porque acá no está y no tengo señal” “dale boludo, la concha de tu madre, tomemos un taxi de una vez” “no, gastamos mucho más en taxi” “ah bueno, entonces qué hacemos loco? pasamos todo el día en el aeropuerto?!”. Volvemos a la salida donde está Ale que por suerte coincide conmigo. Al final con 2 votos a favor y 1 en contra, nos vamos en taxi. Donk está re caliente por la Roma y porque estamos traicionando a su querido Uber. Por suerte el taxista es un personaje y nos hace reír de una. Después de unos chistes le preguntamos de qué equipo es. “El más grande, obvio. River Plate”. Pequeño paréntesis. Hace unos meses se jugó la Final de la Copa Libertadores más importante de la historia. Porque Boca y River, nunca habían llegado cara a cara a la final. Y pasó prácticamente de todo. El 11 de noviembre la ida a la Bombonera termina 2-2. El sábado 24 de noviembre se juega la vuelta. La ciudad está picante, lista para explotar. Faltan todavía unas horas para el partido, pero el Monumental ya está repleto de gente. El micro de Boca Juniors está llegando a la cancha escoltado por la policía, cuando en Libertador y Quinteros, los hinchas del River empiezan a lanzar botellas rompiendo los vidrios del bondi. Un quilombo. En unos minutos el plantel de Boca llega al Monumental re caliente. Además de algunos heridos por los vidrios rotos, hay varios jugadores intoxicados por gas lacrimógeno. Pablo Pérez tiene astillas de vidrio en los ojos y es trasladado al hospital. Fuera del estadio, muchxs aficionadxs del River intentan ingresar sin entrada, forzando los puntos de acceso. La policía responde duramente con balas de goma y gas lacrimógeno. Se pudre todo. Mientras adentro se anuncia que el partido, programado a las cuatro, es postergado a las siete y quince. Lxs hinchas del River empiezan a cantar “oooh Boca se cagó”, los jugadores Xeneizes comprensiblemente no quieren jugar. Tras una reunión de los presidentes, se anuncia la suspensión del partido. Los clubes y lxs aficionadxs, quedan en la incertidumbre hasta la mitad del domingo cuando el partido se pospone definitivamente. Sólo después de cinco días de espera, la Conmebol confirma los rumores. Por razones de seguridad, la final de la copa más importante de América, se jugará en el Santiago Bernabéu de Madrid el 9 de diciembre. Es una derrota para todo el fútbol sudamericano, pero sobre todo, para lxs hinchas. Sólo unxs pocxs afortunadxs podrán seguir los equipos hasta España. En Madrid, casi un mes después de la ida, River gana en el tiempo extra una final que, para bien o para mal, quedará en la historia.
Es obvio que entramos enseguida en tema con el taxista. “Sí, una locura. Los cocinamos bien por un mes y después le ganamos a los hijos de puta” comenta él “perdieron la finalísima, no hay revancha”. Todavía no llegamos a Buenos Aires, pero, ya de sus palabras, se siente que acá el fútbol se vive de manera distinta. Con más pasión. Con más locura.
El taxista luego pregunta de dónde llegamos, “Río de Janeiro” “ah, muchas mujeres con la manija por allá”. Nos cuesta unos segundos entenderlo, pero ya nos cagamos de risa. Y sí, Río estaba lleno de travestis. Pero la charla se vuelve inexplicablemente sobre Argentina y los flujos migratorios, el taxista sigue sorprendiéndonos “nosotros somos todos hijos y nietos de inmigrantes, italianos y españoles, la mayoría. Casi no hay argentinos de Argentina. El argentino es una mezcla de todo. Por esto todavía recibimos a todos los inmigrantes del mundo. Ya estamos llenos de venezolanos. Están en todos lados. En serio. Abrís acá, te sale un venezolano” dice indicando la guantera enfrente del pasajero. Nos reímos mucho. El taxista maneja como quiere, pasando por la derecha y la izquierda, y puteando también lxs demás. No parece un imprudente, pero está re loco. Llega al peaje a toda velocidad y cuando frena, ya es tarde. Boom. Revienta la barra. Nos quedamos asombrados. La puta que lo parió. A ver el quilombo que se arma ahora y cuánto tiempo vamos a perder. A Buenos Aires no llegamos más. El taxista baja rápidamente la ventanilla y grita al chabón del peaje “LEVANTALA BROTHER”. Nos cagamos de risa. Mal. Lo más loco, es que el flaco obedece y cobra el peaje como si nada. “No tranquilos, es un amigo. Acá me conocen todos” nos dice el taxista antes de partir de nuevo a todo gas. Bienvenidos a Buenos Aires.